EL JAÍ (ESPÍRITU) ENCERRADO

EL JAÍ (ESPÍRITU) ENCERRADO

Por Danilo Csama, jóven Êpera Dobidá

 

EL JAÍ (ESPIRITU) ENCERRADO

 

Desde hace más de 600 años, datan los libros que llegaron unos invasores a tierras desconocidas, pero que nunca estaba deshabitada. Ya eso y mucho más lo había previsto nuestros médicos tradicionales.

Para nuestros mayores predecir ciertas cosas es una conexión que pocos poseen ya que lo hacen por medio de sus espíritus y visualizada por medio de los sueños. Es ahí donde nace la predicción. Se podría llamar don, o seres realmente rodeados por la naturaleza, ya que sus visiones nacen por la bondad de su corazón y por el deseo de querer proteger a quienes los rodea. Eso no incluye solo a los seres humanos sino a todo en general.

Los mayores decían que alguien más allá del mar vendría con ojos de colores diferente a los nuestros, con pensamientos distintos, que tuviéramos cuidado porque los tiempos ya serian distintos para nosotros, que nos protegiéramos unos a los otros y que evocáramos a nuestra madre tierra, que lo que venía traía mucha amenaza y miedo.

El Êpera se ideó bajo unos mandatos dejados por su madre y padre creador, transmitidos por generación en generación por medio de la oralidad, como son (so bia-ser de corazón bueno) (dashi êjua kirãkuita budita-cuidar la tierra). Para nosotros esas palabras son nuestro todo para poder vivir en este mundo. 

Así, entenderán que la palabra violencia no existe ni siquiera en nuestro vocabulario: el Êpera bedea (palabra de la gente o lengua de la gente). Pero sí podemos identificarlos y saber quiénes pueden ejercerla. Por eso, en su mayoría, no poseemos miedo, estamos ligados a la tierra aún así nos maten o nos hagan cualquier tipo daño, porque en nuestra creencia el que haga daño a otro será un castigo interminable.

Es común que la violencia nos rodee y no nos deje vivir como nosotros, los pueblos originarios, queremos. Entre tanta violencia que padecemos, está el reclutamiento de grupos armados a nuestros niños y jóvenes en conflictos que no nos competen y que irrespeta todo un esquema de forma cultural, como el de la mayoría de los pueblos étnicos.

Pasan por encima de lo que eso conllevan y las acciones que eso implican. El Êpera Dobidá, entre varios grupos étnicos, son personas que no les gusta la guerra y la violencia, por eso la mayoría de los grupos nos encontramos en lo mas recóndito de la selva, para preservar nuestra espiritualidad y la no perturbación del ser

El Êperã requiere vivir tranquilo en los ríos de su selva. El espíritu, para que no entre en desespero, requiere un espacio sano donde pueda ejercer su cultura y su cosmovisión: donde pueda danzar, hacer su ritual y dejar de explotar sus territorios. Para nosotros, los hijos no son más que la continuidad de la línea sucesoria de un saber, de una cultura, de una oralidad y, sobre todo, de preservar eso que nos han encargado: el CUIDADO del paraíso de todos (la Tierra).

Es un deber que heredamos cuando vamos a partir de este plano. Por eso, es importante que el ser humano viva en armonía, sobre todo con la naturaleza, ya que ahí está toda su tranquilidad y equilibrio espiritual. Si eso se interrumpe es muy difícil recobrar ese espíritu tranquilo.

Los suicidios no son más que un grito de desespero por ver tanta violencia, son alimento para malos espíritus, son el desahogo del silencio de mas de 600 años en agonía y sobre todo de ver morir su tierra.

Todo derivado de que ya no se vive como queremos: ha raíz del reclutamiento forzado, han surgido los suicidios, el desplazamiento, las amenazas, las víctimas de minas antipersonales, incluso, niños y niñas han llegado a ciudades a merced de un mundo desconocido y quizás más violento.

En este año, van más de 20 suicidios en la población Êperã entre edades de 13 a 25 de edad. Hoy, mientras redactaba estas palabras, me enteré de que una chica más se suicidó. Es bastante complejo entender nuestra forma de ver estos sucesos, ya que son acciones directamente en nuestro territorio. Todo se origina en que invaden nuestras tierras, atemorizan con armas, venden la tierra, sus ríos, su oro, hasta su aire.

La llegada de personas diferentes, con enfermedades, religiones, etc., es carga para una comunidad y para una población que nunca se vio en éstas, rodeada de tantas cosas, al punto de verse sin salida.  

Entender que nuestro espacio es sagrado y que de eso depende nuestra supervivencia es difícil para otro, incluso imaginarlo. Para varias entidades gubernamentales, se resume a una simple problemática psicológica dentro de una comunidad.

Esto va más mas allá: si queremos que estos casos no sigan sucediendo, requiere mucho acompañamiento y un trabajo en conjunto entre comunidad externa, diálogos entre actores armados y, por supuesto, de políticas públicas con pedagogía sobre nuestras formas de vida. Un alto a la guerra que nos ha cobrado muchas vidas inocentes en todos los territorios, eso queremos y deseamos por el bien de toda una humanidad.

                                                                                     

 

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