CHOCÓ, UN OXIMORÓN DE EMOCIONES

Chocó, un oximorón de emociones 

Por Klaus Rey, líder de la red Detonante en Quibdó.
Fotos por: Camilo Rozo para nuestro especial de temporada, Postal desde Quibdó 

 

Este artículo hace parte del Festival Detonante- Quibdó 2022: #FestivalDetonante, #DelChocóparaElChocó  #VocesdelAtratoatodopulmón

 

 

El departamento del Chocó es el rincón de Colombia que guarda en el imaginario nacional la idea de un territorio de felicidad colectiva, alegría desbordante, una gran tradición cultural. Están las famosas fiestas de San Pacho, las fiestas de la Virgen de las Mercedes y Virgen del Carmen, entre muchas otras. También existe, en Chocó, un apego simbiótico con la naturaleza. Todo esto, combinado a una crítica situación social, infraestructura deficiente, comunicación y tecnología precaria… en fin, un montón de cosas que me hacen preguntar: ¿cómo sobrevivimos?

 

Si usted, apreciado lector, visita al Chocó encontrará que la geografía, cultura y  gastronomía estimularán sus sentidos para crear efectos positivos en el estado anímico. Lo invito a probar nuestros platos típicos; no conozco la primera persona que se vea abatida o deprimida degustando un sancocho trifásico (tres tipos de proteína animal) o un ajustado arroz con longaniza y juguito de borojó. Por lo contrario, este tipo de dieta resulta ser un catalizador de alegría. Lo mismo pasa con la cultura; coincidir con una Chirimía en una de las calles de Quibdó es dejarse exorcizar las energías negativas, pues el cuerpo y la mente experimentan vibraciones rítmicas, a las que usted puede o no estar acostumbrado. Lo cierto, es que no será inmune a saltar o tirarse un pase de baile. Ni hablar de los paisajes alucinantes; no hay nada como darse un bañito en las playas de Nuquí, mientras ve la danza las ballenas.

 

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Todos estos aspectos se suman a la hora de definir el carácter de los chocoanos. Sin embargo, hay otra serie de situaciones dolorosas que no podemos ignorar a pesar de que no son propias de nuestro entorno ni de nuestra idiosincrasia. Vivimos una realidad antagónica que se ha venido instalando en la sociedad por la incidencia de acciones negativas.

 En el idioma español existe la palabra “oxímoron”, que significa una figura literaria que describe algo que es dos cosas opuestas al mismo tiempo. De esta manera, y desde hace mucho tiempo, éste ha sido el modo de vida de los chocoanos, experimentando dos tipos de sentimientos al mismo tiempo: alegría y tristeza; amabilidad y rabia; esperanza e intranquilidad; libertad y miedo, y vida y muerte.

 La situación de violencia, la pobreza, la pandemia que agudizó los dos primeros y, otro tipo de aspectos que han afectado de manera directa a la gente, nos han golpeado el orgullo y la esperanza. Esto nos ha llevado a tener sentimientos no comunes del chocoano, como: tristeza, miedo, rabia, desesperanza hasta dolor. No tiene explicación el hecho de que no hayamos aprendido el valor de la vida durante los meses de aislamiento por el COVID, en los que rogábamos que ese virus no tocara nuestro hogar porque queríamos vivir. Ahora las muertes, el hambre, los confinamientos, el desplazamiento, los paros armados y la extorsión se han convertido en el pan diario.

 

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Se preguntarán: ¿cómo puede sonar la Chirimía en medio de semejante crisis? La verdad es que es algo inexplicable, quizás la búsqueda de la felicidad en medio del dolor es el mayor acto de resiliencia y resistencia de la población. En las redes sociales y en la calle vemos con frecuencia que se formulan frases como, “la rabia da hasta el fin de semana”. Es así, porque en el fin de semana la gente se sacude de las noticias feas de la semana. Otro ejemplo se pudo ver durante el paro armado que se vivió en el mes de mayo, en el que el temor hizo que las personas no realizaran salidas del casco urbano o que se movilizaran en algunos barrios por temor, entonces, se hicieron comunes célebres expresiones como, “¿el paro armado no podía ser hasta el martes?”. 

 Por eso, es que tenemos un pueblo oxímoron, que ríe y llora a la vez, que hace de un infortunio un sarcasmo, pues aquí no se renuncia al arte, al bunde, al baile. Cualquiera se confundiría y pensaría que no somos conscientes de la realidad que vivimos, otros podrían pensar que se raya en la indiferencia, pero la verdad es que es nuestra forma de resistir y reclamar a la desidia del Estado colombiano con el departamento del Chocó. Con rabia reclamamos soluciones urgentes y estructurales a la crisis social, en donde históricamente se ha convocado con cólera y enojo a las grandes justas sociales y a las grandes movilizaciones cívicas por la construcción de carreteras, educación, agua y luz. Nuestras peticiones, sea cual sea, siempre va a acompañada del gozo que le imprime la cultura y ese sabor que caracteriza al chocoano. No por eso deja de ser un llamado serio a la dignidad y la búsqueda de mejores condiciones de vida.

Así que es normal la dualidad emocional que se percibe en momentos puntuales, pero también de manera permanente, porque las afectaciones no se logran superar como quisiéramos, los hechos están ahí, las noticias locales a nivel nacional son sordas y los gritos de auxilio mudos. Nunca hemos podido encontrar respuesta en el gobierno nacional para combatir la pobreza o para controlar la incidencia de los grupos al margen de la ley —como cuando se elevó la alerta de lo que podía ocurrir en Bojayá o como cuando el Obispo dijo que el 70% estaba en riesgo y el Ministro del Interior dijo que eso era muy exagerado —. Realmente, esto nos afecta el autoestima, el estado anímico, la esperanza en el futuro.

 

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Pese a todo, siempre estamos alegres. Es como si ser feliz, disfrutar la vida, cantar o bailar fueran parte del código genético del chocoano, como si el destino nos dijera: “profundicen en esto también, fortalezca lo que son y lo que tienen, que si lo tienen en abundancia es para que nada ni nadie se los arrebate” Nuestra fortaleza es el arte, el talento, dos costas de músicas, tres ríos de mitos, cuentos y leyendas, la fauna y las sonrisas silvestres, la lluvia que lava la nostalgia y el viento que se lleva las nubes de tristeza. El chocoano se aferra a la alegría y eso es el aliciente más importante, sin importar lo complejo que sea la situación, el chocoano no renuncia a la felicidad. Por eso, debemos seguir trabajando fuertemente para que un día aprovechemos toda esa materia prima que tenemos para producir la forma en la que realmente queremos vivir los habitantes del Chocó.

 

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