Los lugares de enunciación que habitamos las mujeres negras, disidentes, insurrectas madres deconstruidas, mujeristas y feministas, empobrecidas, domesticadas por el miedo discriminante y racista, empero poderosas y combativas, para levantar nuestras voces racializadas y ensombrecidas por la historia blanca, son fuentes de creación de formas “otras” del conocimiento que no ha tenido eco en la academia occidental, lugar donde se institucionaliza el saber y se deslinda de su eje ancestral creativo; lugar donde somos desombligados los seres étnicos; lugar eurocéntrico, en el cual nosotras, las pieles prietas, hemos sido borradas.
La pertinencia de esta experiencia es su alma; es decir, la madurez y trascendencia que posee solamente el encuentro con otras formas del arte, en evocación ancestral.
Por esto, los instrumentos ancestrales afrodescendientes deben acompañar protagónicamente la palabra poética. Cada compás que dan los instrumentos ancestrales son versos y melodías que se convierten en un lenguaje sonoro, complementando cada verso declamado.
El poema a continuación es el primero de una entrega de 3 poemas que hacen parte de Bilis Negra.